Los primeros audífonos eran bastante grandes y pesados por lo que no era muy cómodo llevarlos encima. Estaban formados por un micrófono independiente, un amplificador, auriculares y una batería de gran volumen.

Su uso no era nada cómodo, ya que el dispositivo funcionaba mejor cuando se colocaba en una mesa y se utilizaba con unos auriculares. A pesar del tamaño de la batería, esta sólo duraba unas horas y se agotaba muy pronto. Otro inconveniente de los primeros audífonos era su elevado precio.

En 1902 los audífonos comenzaron a ser más ligeros y fáciles de llevar. El diseño ya había reducido su tamaño, pero el amplificador y las baterías se tenían que colgar en el cuello, mientras que el micrófono (que tenía distintos tamaños dependiendo de la pérdida auditiva) había que llevarlo en la mano para escuchar correctamente.

Con la invención de la radio en el año 1947, llegó la revolución en los audífonos. En esto momento se comenzaron a fabricar audífonos más pequeños y de mejor calidad. Hasta el momento se habían utilizado válvulas en los audífonos, pero la capacidad de amplificación del transistor era superior a la de las válvulas, por lo tanto, las pilas permitían que los audífonos se utilizarán más tiempo. A partir de este momento las personas con pérdida auditiva empezaron a usar audífonos más pequeños, que se podían colocar detrás o encima de la oreja.

En los años 60 comenzaron a fabricarse los primeros audífonos intracanales, los cuales sufrieron distintos procesos de mejora. En la década de los 80 llegaron los primeros audífonos digitales, los cuales están formados de un pequeño ordenador programable y permiten amplificar distintas señales sonoras con mayor precisión. Tuvieron que pasar casi diez años para que estos audífonos fueran todo un éxito. En la actualidad, estos audífonos permiten que personas con pérdidas muy severas puedan tener una vida casi normal.

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